Del 2 de octubre de 2025 al 15 de febrero de 2026, Tate Britain presenta la retrospectiva más completa jamás dedicada a Lee Miller (1907-1977). Con más de 230 fotografías vintage y modernas, además de material de archivo inédito, la muestra recorre la trayectoria de una creadora que rompió moldes: modelo, musa, surrealista, reportera de guerra y, sobre todo, una artista capaz de transformar cada vivencia en imagen radical.
Miller comenzó su carrera frente a la cámara en Nueva York, retratada por figuras como Cecil Beaton o Edward Steichen, antes de trasladarse en 1929 a París. Allí trabajó junto a Man Ray, con quien descubrió la técnica de la solarización y con quien compartió una etapa de efervescencia surrealista. También colaboró en French Vogue, fundó su propio estudio fotográfico y participó en Le Sang d’un poète de Jean Cocteau, testimonio de su inmersión en las vanguardias parisinas.

Las imágenes de aquellos años —tar derramándose en la acera, reflejos insólitos en escaparates o perspectivas fragmentadas de Notre Dame— revelan cómo Miller detectaba lo surreal en lo cotidiano. Desde Arte.news creemos que esa mirada, entrenada en el extrañamiento, marcó su paso posterior por otras geografías: el desierto egipcio, la Siwa Oasis Portrait of Space (1937), escenas de Siria y Rumanía, así como retratos íntimos de amigos como Leonora Carrington o Charlie Chaplin.
Su traslado a Londres en 1939 coincidió con el inicio de la guerra. Como fotógrafa de British Vogue, documentó la vida en la ciudad bombardeada con ingenio y crudeza: desde Fire Masks (1941) hasta imágenes de calles arrasadas que combinaban absurdo y tragedia. Pronto se convirtió en una de las pocas reporteras de guerra acreditadas, acompañando a los ejércitos aliados en Europa y registrando tanto la labor de las mujeres como los horrores de la liberación, incluidos los campos de concentración. La célebre fotografía de Miller bañándose en el apartamento privado de Hitler, realizada justo después de visitar Dachau, sigue siendo uno de los testimonios más provocadores del siglo XX.
La exposición concluye con sus retratos del periodo de posguerra, que la muestran como parte de un círculo internacional de artistas: Isamu Noguchi, Dorothea Tanning, Henry Moore o Jean Dubuffet. Una de las últimas salas presenta un autorretrato de 1950 en el estudio de Oskar Kokoschka, donde Miller aparece en equilibrio sobre una escalera entre dos espejos, mirándose a sí misma con la misma intensidad con la que siempre observó el mundo.

Para Arte.news, esta retrospectiva no solo devuelve a Miller su lugar central en la historia de la fotografía, sino que también recuerda el poder del arte para atravesar géneros, épocas y disciplinas. Su legado es el de una mujer que desafió las fronteras de la representación y que, cámara en mano, escribió algunas de las imágenes más incisivas del siglo pasado.