Adrian Sauer. Keys and Mirrors.

Sauer

Del 16 de Febrero a 29 de Marzo en la galería Helga de Alvear. Madrid.

En su trabajo más reciente, Klavier, Roma, 14.11.2016, Adrian Sauer nos muestra cómo una simple idea puede ser transformada en una compleja construcción estética.

La ecuación tras la obra parece simple – 88 teclas, 88 imágenes. Y de hecho, son las 88 teclas de un piano vertical común las que dan a la serie fotográfica su estructura exterior. Una tecla – blanca o negra – está en el centro de cada imagen. La distancia entre la cámara y el teclado está determinada de tal manera que las teclas aparecen a tamaño real en las fotografías finales.

Sin embargo, dentro de la estricta composición vertical, la lente no solo capta una tecla, sino todo su entorno, por lo cual a través de la serie, el número de teclas se ve inesperadamente multiplicado. La mayoría de las 88 imágenes abarcan 11 teclas (algunas 12); las teclas individuales a su vez aparecen en diferentes posiciones 11 o 12 veces en las fotos colindantes.

El resultado es que en la serie de fotos, el teclado del piano, de metro y medio de ancho se expande panorámicamente llegando a más de 20 metros e incluyendo más de 1000 teclas. La serie usa también unos cambios de fase casi imperceptibles que confieren a la clara disposición del teclado del piano un estado de iridiscencia que desafía al alcance visual.

Por tanto es precisamente el claro orden conceptual de la orquestación fotográfico-artística la que finalmente produce una disolución de las practicidades táctiles y visuales del teclado. Desde la distancia, la serie también parece un código de barras cortado en 88 secciones, cuyo contenido informativo evade cualquier lectura intuitiva basada en la forma. De cerca, no obstante, las fotografías individuales son reconocibles como imágenes fotográficas de alta precisión, permaneciendo las condiciones bajo las cuales se han creado tan legibles como la existencia objetiva y específica del teclado.

Debido a la corta distancia entre la lente y el sujeto, la perspectiva frontal que impone la cámara es más evidente entre las teclas; hacia los bordes de los marcos, más incluso en los lados y en las teclas blancas, se percibe el biselado. Además, encima y más allá de las teclas, se hacen visibles secciones del negro y barnizado piano, sus curvas reflejan una visión distorsionada de las teclas y su periferia. En este punto, la serie fotográfica entra en un diálogo explícito con la segunda pieza – Kupferwinkel. Esta obra es un díptico angulado abatible, completamente cubierto en chapa de cobre pulida. Como aparato óptico, logra el mismo efecto al que aspira la serie fotográfica – un constante cambio y multiplicación de puntos de vista y de objetos. Con esto, el espejo convierte el gesto minimalista de las fotografías en algo performativo.

Con Klavier, Roma, 14.11.2016, Adrian Sauer está sin duda desarrollando temas que han centrado su atención durante un largo tiempo – sistemas de diseño artístico (16.777.216 Farben, 2010) y sistemas de clasificación epistémica (A-Z, 2012). Aquí, tal y como en un gran número de trabajos anteriores, cuestiona y oscila en la frontera entre lo analógico y lo digital. El binario fundamental de la representación fotográfica clásica se mantiene inherente en el código de barras blanco y negro del teclado. Y, como elemento de control, el piano no solo evoca asociaciones de un teclado de ordenador, sino que dado el funcionamiento del mecanismo musical, también evoca el credo de transferencia en la fotografía tradicional. Incluso en lo digital, el espectro de lo analógico no cede su dominio.