El ‘Picasso’ perdido que nunca salió del portal: la historia detrás de una desaparición improbable

Madrid amaneció con una de esas noticias que rozan la ficción: el cuadro de Pablo Picasso “Naturaleza muerta con guitarra” (1919), dado por desaparecido desde principios de octubre, ha sido finalmente recuperado… sin haber salido nunca del edificio donde debía ser recogido. La obra, un pequeño gouache y mina de plomo sobre papel de apenas 12,7 x 9,8 centímetros, estaba destinada a viajar desde Madrid hasta Granada para integrarse en la exposición Bodegón. La eternidad de lo inerte, organizada por CajaGranada Fundación, pero se extravió antes incluso de subir al camión de transporte.

Según ha confirmado la Policía Nacional, el cuadro permaneció todo este tiempo dentro del inmueble de la avenida Pío XII donde la empresa de transporte debía recogerlo. Allí fue encontrado, intacto y aún embalado con su precinto original, después de que una vecina del edificio lo guardara en su casa creyendo que se trataba de un paquete ordinario dejado en el portal. Días más tarde, al conocer por las noticias la desaparición de la obra, su familia decidió avisar a las autoridades. Los agentes de la Brigada de Patrimonio Histórico y de Policía Científica confirmaron entonces la identidad del cuadro y constataron que nunca llegó a salir de la capital.

Este episodio, más allá de su anécdota casi doméstica, revela la frágil red de confianza que sostiene el tránsito del arte entre instituciones. Las obras de arte, incluso las más modestas en formato, son piezas que se mueven bajo estrictos protocolos de seguridad, supervisión y documentación. Sin embargo, el caso de este Picasso demuestra que el azar —esa categoría que el propio artista tanto exploró en su obra— aún puede irrumpir en los engranajes más calculados del sistema cultural.

El cuadro, valorado en torno a 600.000 euros y asegurado por la misma cantidad, debía viajar junto a otras 56 piezas al Centro Cultural CajaGranada para su inclusión en una muestra dedicada al bodegón. La obra, adquirida años atrás por coleccionistas privados y gestionada por Ledor Fine Art, ya había sido inscrita en la base de datos internacional de Interpol sobre obras robadas o desaparecidas, tras la denuncia presentada el 10 de octubre. En apenas dos semanas, la historia pasó de ser un posible robo a un caso de confusión vecinal con final feliz.

El comunicado policial confirmó que la pieza “nunca llegó a ser cargada” en el vehículo de transporte. En el momento de la recogida, el 3 de octubre, el equipo encargado olvidó una de las cajas en el portal del inmueble, sin percatarse de su contenido. Las imágenes de inspección muestran que el embalaje conservaba los precintos originales, un detalle que confirma la ausencia de manipulación y el inesperado desenlace del caso.

En Arte.news interpretamos este suceso como un recordatorio sobre la logística invisible del arte, esa red silenciosa que permite que miles de obras viajen cada año entre museos, colecciones y exposiciones. La gestión del patrimonio cultural no solo implica conservación o restauración, sino también confianza, coordinación y un minucioso equilibrio entre seguridad y accesibilidad. En este sentido, el “caso Picasso” no es solo una anécdota curiosa: es una llamada de atención sobre la vulnerabilidad de los procesos que acompañan a la circulación del arte en la era global.

La investigación sigue abierta. La Brigada de Patrimonio Histórico continúa revisando los procedimientos de la empresa de transporte y el cumplimiento de los protocolos de embalaje, custodia y verificación, especialmente en operaciones donde intervienen múltiples obras y agentes. Desde CajaGranada Fundación, implicada en la exposición, han declinado hacer declaraciones hasta la conclusión de las pesquisas, aunque confirman su intención de incorporar la obra a la muestra una vez que sea autorizada su devolución.

El pequeño Naturaleza muerta con guitarra —un modesto fragmento de la vastísima producción de Picasso— ha vuelto, por tanto, a su lugar de origen sin haberlo abandonado nunca. Una paradoja que podría haber hecho sonreír al propio artista, quien convirtió lo cotidiano en materia de asombro.

Este desenlace, tan improbable como revelador, resume la esencia de todo patrimonio: su valor reside tanto en su materialidad como en las historias que lo rodean. Esta vez, el arte no se perdió en el mercado negro ni en la desidia burocrática, sino en la buena fe de una vecina que, sin saberlo, custodiaba durante semanas una obra de uno de los mayores genios del siglo XX.

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