La galería Prats Nogueras Blanchard inaugura en su sede de Barcelona la exposición Sostener la línea con mis dedos, dedicada a la artista portuguesa Helena Almeida (Lisboa, 1934 – Sintra, 2018), una de las figuras más singulares del arte contemporáneo europeo. La muestra, abierta del 19 de noviembre de 2025 al 29 de enero de 2026, revisita las claves de una obra que hizo del cuerpo —el propio cuerpo de la artista— un medio, un gesto y un territorio. Desde Arte.news creemos que esta exposición no solo recupera a una autora esencial en la historia del arte conceptual y performativo, sino que también nos invita a repensar la frontera entre acción e imagen, entre el trazo y la existencia.
En las salas de la galería, tres dibujos con hilo de crin sobre papel abren el recorrido, rescatando una etapa temprana en la investigación material de Almeida. Allí, la línea deja de ser representación para convertirse en acción y extensión del cuerpo. No se trata de dibujar algo, sino de habitar el espacio mediante un gesto mínimo, casi respiratorio. La artista transforma el dibujo en experiencia: la línea se solidifica, se tensa, se sostiene —literalmente— entre los dedos. “Quería sostener la línea con mis dedos, para demostrar que la línea se había liberado del papel”, explicó en una ocasión. Ese gesto, simple y radical, redefine la relación entre interior y exterior, entre la piel y la superficie pictórica.
A partir de obras como Desenho habitado (1975), el cuerpo se convierte en protagonista absoluto, pero no como objeto de representación, sino como instrumento y sujeto del acto creativo. En las fotografías realizadas junto a su marido, el arquitecto y fotógrafo Artur Rosa, Almeida despliega una gramática corporal de apariciones y ausencias: el cuerpo entra y sale del cuadro, traspasa los límites del marco, se confunde con el espacio y lo expande. En esa coreografía silenciosa entre el gesto y su eco, la artista pone en crisis la mirada del espectador, que asiste a una acción suspendida en el tiempo. No hay narrativa, solo fragmentos, posibilidades, instantes que nunca llegan a consumarse.
El recorrido incluye también la serie Rodapé (1999), donde la línea se convierte en escritura espacial. Los trazos parecen cartografiar el desplazamiento del cuerpo en el estudio, un espacio íntimo que en la obra de Almeida es mucho más que un escenario: es el lugar donde el cuerpo y la obra se funden, donde el gesto encuentra su permanencia en la materia. La repetición y la secuencia —tan características de su práctica— evocan un ritmo cinematográfico, pero sin antes ni después, solo el presente expandido del movimiento.
Helena Almeida fue una pionera en la intersección entre pintura, fotografía, performance y dibujo, y su trabajo continúa influyendo en generaciones de artistas que exploran el cuerpo como lenguaje. En sus imágenes, siempre dominadas por los contrastes entre blanco, negro y azul, la artista articula una poética de la tensión: entre presencia y desaparición, entre afirmación y límite, entre el yo y el espacio que lo contiene.
Nosotros vemos en Sostener la línea con mis dedos una exposición que trasciende la nostalgia para devolvernos la vigencia de una mirada lúcida y radical. En tiempos de exceso de imagen, la obra de Almeida recuerda que el cuerpo sigue siendo el lugar donde el arte ocurre, donde el pensamiento se hace gesto y el silencio se convierte en forma.